Son muchas las historias que hoy puedo recordar con mucha alegría, como ejemplos las múltiples excursiones realizadas durante mi época de estudiante universitario, contribuyó mucho el hecho que dos de los semestres en realidad fueron dos años, debido a los paros escalonados que tuvimos durante ese período, pero visto desde el punto de vista de experiencias, no fue un tiempo perdido, fue la oportunidad de aprovechar el momento para salir a conocer los innumerables paisajes aún desconocidos de mi hermosa Venezuela, fue así como salimos de excursión a la sierra de Perijá, caminamos un sinfín de senderos, cruzamos ríos, a los que ni siquiera llegamos a saber sus nombres, pero los paisajes quedaron grabados en mi memoria y en la de todos los que la vivimos.
Recuerdo que durante dos años seguidos, cuando empezaba las vacaciones de agosto, inmediatamente preparaba mi mochila para salir de viaje con mi tío Arnaldo hacia La Gran Sabana, el recorrido en jeep duraba de dos a tres días, una sola vez cronometré el tiempo de puente a puente: 15 horas, se trataba de pasar el puente General Rafael Urdaneta sobre el lago de Maracaibo hasta el Puente de Angostura para llegar a Ciudad Bolívar, para descansar y continuar al día siguiente la travesía, y finalmente llegar a la tierra de los tepuyes, sobre todo uno muy espacial para nosotros: Solonia, donde vivían varios médicos que habían trabajado en grandes ciudades como Caracas, llenas de estrés y finalmente decidieron vivir alejados de todo lo que producía angustia y enfermedades, para vivir con la naturaleza como vecinos amables, recuerdo muy bien a sus dos perros, quienes brindaban mucha alegría al calmado paisaje.
Fueron estas excursiones la que me permitieron conocer los maravillosos paisajes de Mérida, otros diferentes a las partes que como turista ya conocía, es muy distinto caminar senderos, dormir en carpas y amanecer con los sonidos más puros de la naturaleza.
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